Volver al amor

El amor primordial es el corazón de una vida que se realiza en la felicidad. Por tanto, debería ser el motor de todas las búsquedas, y el origen de nuestras grandes obras humanas. Es el amor la vocación natural de quienes han alcanzado el estado de gracia. Si en nuestro corazón pudiera habitar esta maravillosa dimensión del amor podría ser más fácil el amor particular a nuestra familia, amigos y pareja. Pero el ego y el apego nos hacen experimentar al otro como una cosa que es propia, y la dimensión amplia y trascendental del amor se nubla en conductas que no dejan crecer a los otros ni a nosotros mismos. Para amar a plenitud debe extirparse el ego de nuestros corazones.

El ego separa, aleja, y hace aparecer la discordia. El apego asfixia, no deja crecer y hace germinar el resentimiento. El amor significa la renuncia al nuestro ego y apego para perseguir la felicidad. Pablo de Tarso, el apóstol de Jesús, nos lo recuerda:

«El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.»

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