El estado de la abundancia espiritual

Las siguientes afirmaciones y creencias nos conducen a vivir este estado de la felicidad:

1. Doy gracias a Dios constantemente por todos los bienes.

2. Hay para todos en este universo infinito.

3. Tengo certeza de que los bienes llegarán a mi vida en el momento oportuno.

4. Me merezco lo mejor, lo excelente, lo bueno de la vida.

5. Fluyo en lo que amo hacer con infinita alegría y amor a la humanidad.

6. Doy y recibo con sincera bondad y desprendimiento.

7. Repaso a diario mis metas.

8. Si miro atrás, me enfocaré en logros conquistados y en la felicidad que he podido dar a otros.

9. Siento la prosperidad en cada instante de mis días.

10. Mi afirmación diaria al amanecer y al anochecer es: ¡Soy Abundante¡

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Volver al amor

El amor primordial es el corazón de una vida que se realiza en la felicidad. Por tanto, debería ser el motor de todas las búsquedas, y el origen de nuestras grandes obras humanas. Es el amor la vocación natural de quienes han alcanzado el estado de gracia. Si en nuestro corazón pudiera habitar esta maravillosa dimensión del amor podría ser más fácil el amor particular a nuestra familia, amigos y pareja. Pero el ego y el apego nos hacen experimentar al otro como una cosa que es propia, y la dimensión amplia y trascendental del amor se nubla en conductas que no dejan crecer a los otros ni a nosotros mismos. Para amar a plenitud debe extirparse el ego de nuestros corazones.

El ego separa, aleja, y hace aparecer la discordia. El apego asfixia, no deja crecer y hace germinar el resentimiento. El amor significa la renuncia al nuestro ego y apego para perseguir la felicidad. Pablo de Tarso, el apóstol de Jesús, nos lo recuerda:

«El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.»

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Tus hijos

El poeta Khalil Gibran nos dejó este legado sobre los hijos:

Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.

No vienen de ti, sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.

Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas
viven en la casa de mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos
semejantes a ti
porque la vida no retrocede
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas son lanzados.

Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.

Pues aunque él ama
la flecha que vuela,
Ama de igual modo al arco estable.

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